miércoles, 11 de octubre de 2017

Dioniso, el dios de la ebriedad

Dioniso, conocido por los romanos como Baco, es el dios del vino, de la naturaleza, del teatro y de la diversión. Hijo de Zeus y Sémele, se le representa en un carroza tirada por panteras, y acicalada con hiedra y hojas de parra.

Este singular dios trastorna todo lugar por el que pasa, y no respeta las tradiciones ni las leyes. Se une con los esclavos y las mujeres, y le encantan los disfraces, los antifaces y la naturaleza. Esta deidad vive al margen de cualquier orden social.

A Dioniso no se le conoce un hogar, él va vagabundeando de cueva en cueva  y, siempre en contacto con la naturaleza, propicia el desarrollo de flores y plantas. Quienes le siguen se tornan silvestres, amantes del vino, del desenfreno y el frenesí.


Dioniso/Baco
Escultura de Dioniso en China


En su infancia, este dios es engañado por los titanes, que lo atraen con frutas de oro y juguetes, para atraparlo, descuartizarlo y cocer los trozos de su cuerpo en una gran olla. Pero la diosa Atenea preserva el  corazón del niño y su padre, Zeus, recupera los trozos de su pequeño cuerpo y se los entrega a su otro hijo, Apolo, que les da sepultura en el Monte Parnaso, refugio de las musas. Pero la diosa Rea se entera y va al monte a recoger los pedazos del pequeño Dioniso, que vuelve a unir, y de esta manera devuelve la vida al dios, al que cuida hasta que se convierte en adulto.

Hera, celosa de los hijos que Zeus ha tenido con otras mujeres, persigue sin descanso a Dioniso y le vuelve loco. El dios escapa como puede, viajando por el mundo, y el destino quiere que se encuentre con Cibeles, la diosa de la naturaleza, que le enseña a convertir su locura en una fuerza que pueda utilizar para salir vencedor en sus disputas.

Dioniso se marcha y decide hacerlo en compañía de unos piratas. Cuando están en alta mar, se da cuenta de su error, al comprobar que quieren convertirlo en esclavo. El dios se defiende con su magia y convierte los remos del barco en serpientes, además de hacer crecer la vegetación dentro del mismo. El barco es incapaz de continuar navegando y los piratas, horrorizados y arrepentidos, se lanzan a las aguas, convirtiéndose inmediatamente en delfines.


Beatriz Moragues - Derechos Reservados




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