Cuentan
las tradiciones que saber el nombre de una persona te da poder sobre ella, los
dioses también lo sabían, y por eso algunos ocultaban el suyo con gran celo.
Una
noche, cuando el dios descansaba, se acercó a él despacio y recogió un hilo de
saliva que escapaba de la comisura de sus labios. Se marchó con cuidado para no
ser descubierta y cuando estuvo a salvo, mezcló la saliva con arcilla y la
moldeó hasta convertirla en una serpiente venenosa, a la que dio vida con sus
artes mágicas.
Grabado del Templo de Isis |
La diosa
llevaba tiempo observando a Ra, conocía todos sus movimientos y sabía que
cada día caminaba por los mismos lugares, así que dejó la serpiente y esperó a
que sus caminos se cruzaran.
La
serpiente mordió al dios cuando pasó junto a ella, pero él no se percató, hasta que a los pocos minutos comenzó a sentir un agudo dolor por todo el cuerpo,
le subió la fiebre y comenzó a temblar. Los demás dioses corrieron en su ayuda,
pero ignoraban lo que le ocurría y no sabían cómo curarle. Desesperados, no
hacían más que repetir que si el dios Sol moría, la Tierra quedaría sumida en la
más absoluta oscuridad.
En ese
momento crucial apareció Isis, diciéndoles a todos los dioses que ella era
capaz de sanar a Ra, pero a cambio quería saber su nombre secreto. El dios se
negó en un primer momento, pero su angustia era tan insoportable que finalmente
cedió y le reveló a la diosa el secreto, con la condición de que sólo se lo
podría contar a su hijo. De ese modo, Ra recobró la salud y la diosa Isis
consiguió su propósito, reinar junto a Horus en Egipto.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
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